He estado dormido (reeditado)
He estado dormido. Mis ojos
parecían abiertos pero no veían; mis oídos embotados por tanto ruido
ininteligible, no escuchaban; mi mente, confusa, saturada de información sin
generar cuestiones, sin vislumbrar respuestas, ordenaba a un cuerpo inerte, caricaturesca
envoltura de un corazón sin empatía ni compasión.
Dormía, seguro, y ahora que
despierto temo la claridad que me envuelve. Me aterra la premonición de un
futuro tan seguro, tan oscuro, tan vacío, y quizás querría seguir soñando.
Pero mi vigilia es un hecho
contra el que no puedo (no quiero) luchar y, aunque reconozco el dolor que
ello me produce, también me anima la esperanza de tener un camino que se aclara
con cada paso que voy dando.
¡Y es extraño! Cuando la vida era
un perpetuo sopor sentía los cuerpos de aquellas marionetas que, como yo, se
dejaban guiar como autómatas en el teatro de esta almibarada realidad a la que
llamamos existencia; nos relacionábamos creyéndonos dueños de nuestro futuro,
de nuestro ideario y creencias, dando un sentido precario a conceptos como
libertad, conciencia o destino. Y es extraño, digo, porque ahora que el sol
quema mis entrañas me siento aislado, me siento ausente de un mundo tan lleno
de mentiras y mentirosos, de hipocresía y de hipócritas, de salva-patrias sin
patriotismo, de humanos sin humanidad, de predicadores de su propia podredumbre
que adornan con mil artificios para aparentar santidad.
Dicen que en el país de los
ciegos, el tuerto es el rey. Lo que no nos dijeron es que un tuerto cuyo Dios
fuera él mismo, mentiría, manipularía, robaría e incluso mataría para seguir
siendo rey.
¡Yo nunca seré rey!
Con mi bastón y mi fiel perro
guía veo con claridad la senda, veo las huellas de millones que me precedieron
y anhelo a aquellos que, con seguridad, llegarán.
Y creo que el color de la
piel que nos diferencia, que la adoración de un mismo Dios con millones de
nombres para enaltecer a unos y humillar a otros, que los idearios perfectos construidos
sobre un sufrimiento y un dolor crecientes, que la ambición sin medida que
engendra caníbales de cuerpos y mentes, que las fronteras trazadas sobre un papel
que nos separa y embrutece…; creo, que todas y cada uno de esas “verdades” (mentiras)
forjadas siglo tras siglo en el transcurso de nuestro corto periplo en esta
Tierra, quedarán atrás como un mal sueño, se disolverán como la niebla cuando
llegue la mañana.
Ójalá (ala lo quiera) y Amén (así sea).
ResponderEliminarJajaja, ¿de verdad me quedó tan religiosa esta reflexión?
ResponderEliminarUn gran abrazo, María.
Hola Ibso: hacia muchos dias que no leia un texto tan bien escrito y coherente. Me ha gustado mucho el tempo y la sencillez con que has tratado una cuestión tan compleja como lo és la existencia humana. Solo lamento no haberte leido antes, porque he disfrutado con esta entrada..
ResponderEliminarAbrazos
Ibso, vengo a tu casa a dejarte un abrazo inmenso, con mis mejores deseos para ti y todos tus seres amados, en esta Navidad y todos los días de tu vida. ¡Gracias!
ResponderEliminar