Este jueves un relato: PERSONAS
—No podrás imaginar a nadie hasta
que no lo roces —me dijo Amparito parada en medio de la calle mayor, con los
brazos extendidos y los ojos apretados.
Era nuestro juego favorito cuando la inocencia aún pintaba ranas que anhelaban ser príncipes, a mascotas que sabían volar o a lámparas antiguas con genios que concedían cuanto soñábamos.
—¿Qué imaginaste cuando me rozaste la primera vez? —le solté de sopetón ruborizado hasta las orejas.
—Que serías siempre mi mejor amigo —dijo muy bajito mirando sus zapatitos de lasitos rosa que la hacían parecer más mayor—. ¿Y tú?
No le conteste. Estaba reuniendo el valor suficiente.
Los ojos se le abrieron como platos cuando sus labios notaron los míos. Fue un beso fugaz, inocente y tierno, un beso que jamás olvidaré.
—Que serías siempre mi primer amor —le susurre al oído.
La vida duraría poco tiempo en el cuerpo de Amparito. Mi dolor aún lo conservo.
Cuando la vida me arrastra a la amargura y la depresión, salgo a la calle y busco el lugar más concurrido. Extiendo los brazos, apreto los ojos y dejo que los desconocidos me rocen. Entonces, como me enseñó Amparito, imagino sus vidas, imagino sus dolores y alegrías, sus motivos para existir. Y recuerdo su risa y sus ganas de vivir, recuerdo nuestros juegos, nuestros rubores y confidencias, nuestros paseos cogidos de la mano, nuestros besos inocentes.
Y vuelvo a sentir su corazón latiendo junto el mío.
Era nuestro juego favorito cuando la inocencia aún pintaba ranas que anhelaban ser príncipes, a mascotas que sabían volar o a lámparas antiguas con genios que concedían cuanto soñábamos.
—¿Qué imaginaste cuando me rozaste la primera vez? —le solté de sopetón ruborizado hasta las orejas.
—Que serías siempre mi mejor amigo —dijo muy bajito mirando sus zapatitos de lasitos rosa que la hacían parecer más mayor—. ¿Y tú?
No le conteste. Estaba reuniendo el valor suficiente.
Los ojos se le abrieron como platos cuando sus labios notaron los míos. Fue un beso fugaz, inocente y tierno, un beso que jamás olvidaré.
—Que serías siempre mi primer amor —le susurre al oído.
La vida duraría poco tiempo en el cuerpo de Amparito. Mi dolor aún lo conservo.
Cuando la vida me arrastra a la amargura y la depresión, salgo a la calle y busco el lugar más concurrido. Extiendo los brazos, apreto los ojos y dejo que los desconocidos me rocen. Entonces, como me enseñó Amparito, imagino sus vidas, imagino sus dolores y alegrías, sus motivos para existir. Y recuerdo su risa y sus ganas de vivir, recuerdo nuestros juegos, nuestros rubores y confidencias, nuestros paseos cogidos de la mano, nuestros besos inocentes.
Y vuelvo a sentir su corazón latiendo junto el mío.
ibso
Más relatos de PERSONAS en el blog de Juan Carlos: ¿Y qué te cuento?
Fotografía tomada prestada del blog "FOTOARTE Cristina Faleroni".
Fotografía tomada prestada del blog "FOTOARTE Cristina Faleroni".
Autor: Mont Sherar
Un relato maravilloso lleno de ternura, sensibilidad, amor, magia, ilusión y muchas cosas más que he sentido al leerlo.
ResponderEliminarGracias.
Gracias, Tracy. Me alegro que te haya gustado.
EliminarUn abrazo
Una deliciosa historia Ibso: en tu línea. Llevas la sensibilidad a flor de piel y se nota en tus escritos, y en cada una de tus frases. Me alegro que hayas vuelto al blog. Nos leemos....Besos para tus muñecas, i para tí un fuerte abrazo
ResponderEliminarGracias por esos besos y abrazos.
EliminarEspero que tú y los tuyos esten muy bien.
Nos leemos.
Un gran abrazo.
Expectativas infantiles... y una triste realidad.
ResponderEliminarAnte la pérdida, toda intención de encuentro nace por sí sola. Siento que Amparito ha sabido enseñarle como conectarse con los demás... tal vez para suplir su ausencia. Un relato tierno y bordado por la nostalgia.
Besos!
Gaby*
Soy de la sincera convicción que de toda relación humana puede quedar un pozo positivo aunque, como en este relato, la pérdida física deje un dolor imperecedero.
EliminarGracias por tu comentario.
Un abrazo.
Me has emocionado hondamente con tu relato!
ResponderEliminar=)
Espero que esa emoción sea positiva.
EliminarUn abrazo.
Uf... No hay mucho que decir después de leer este duro y emotivo relato. Me dejaste con las emociones nublando mis ojos.
ResponderEliminarPero es tierno y hermoso, a pesar de todo.
Un abrazo.
Gracias por compartir tu emotividad, significa que trasmití lo que quería con este corto relato.
EliminarUn abrazo.
Preciosa historia, triste; pero a la vez llena de esperanza y fe en la humanidad.
ResponderEliminarUn abrazo
Fe en la humanidad, casi siempre difícil de mantener y, sin embargo, imprescindible para seguir adelante.
EliminarUn abrazo.
Después de leer el relato anterior, de Pepe, que me removió mi condición humana, leer tu relato es tocar las estrellas. Es tan fresco, aunque sea trágico, que me has alegrado el instante de su lectura. te felicito porque ha sido muy original el acercamiento y está muy bien escrito. Me encantó. Enhorabuena
ResponderEliminarGracias por tanto elogio. Que una escritora como tu me diga a mi, que soy un aprendiz de escritor, que este relato "está muy bien escrito" es todo un acicate.
EliminarUn abrazo.
Coincido totalmente con Carmen y con María José. Me ha gustado. El relato tiene un tono precioso, el hecho trágico que existió queda revestido por ese ritual que la recuerda.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una realidad nada satisfactoria y un relato que emociona. Sin golpes bajos, lo que es un logro.
ResponderEliminarSin duda alguna fué una poderosa y benéfica influencia la de Amparito en su vida. Como ese gesto, casi un ritual, de buscar el contacto con la gente con las manos extendidas y los ojos cerrados, para imaginar sus vidas, cuando el desaliento y la depresión hacen acto de presencia. En esos momentos, más que nunca, el latido de su corazón está presente acompasado con el suyo propio.
ResponderEliminarHermosa historia.
Un abrazo.
Es muy conmovedor tu relato, la enseñanza que le dejo Amparito habita en él. Esa necesidad de contactarse con el resto seguro debe de tener mucho que ver con la necesidad de reencontrarla de algún modo.
ResponderEliminarUn beso!
Que ternura y que profundidad tiene este relato desde la pureza de alma de la niñez. La gente aún tiene miedo de tocarse, de reconocerse en la piel del otro...que error.
ResponderEliminarUn beso