El conjuro maldito

Participación en el proyectos de Adictos a la escritura del mes de octubre. Temática del mes: "Horror"

Hubo un tiempo, ahora perdido en el abismo de la memoria, donde El Señor de la Oscuridad caminaba entre los vivos, esclavizando sus almas y susurrando palabras de poder a sus siervos más fervientes; palabras que, con el transcurrir de los años, se convirtieron en temidos conjuros de magia negra. Y uno fue, de entre estos, tan potente  y horrendo, que incluso aquellos grandes nigromantes de la edad oscura temieron pronunciarlo.

Las leyendas hablaban de libros “negros”, recopilatorios de estos conjuros y hechizos, escritos con sangre sobre hojas de piel (ambas humanas). Pero estas historias son falsas. Por razones obvias, todas las palabras de poder se compartían únicamente de forma oral, más o menos voluntariamente, entre maestro y aprendiz.

—Escucha atentamente porque no lo repetiré —le indicó el gran brujo con severidad—. Lo poderoso no son las palabras, sino cómo se utilizan. El dueño de nuestras almas condenadas, aquel cuyo nombre no debe pronunciarse, nos reveló algunos pocos arcanos; secuencias de letras que, colocadas en un conjuro de forma precisa y en el un orden inalterable, otorgan poderes oscuros a quienes las recitan. Hasta ahora solamente has aprendido los versos más sencillos que contenían una, a lo sumo dos, de estas secuencias. Ahora…

—Quiere decir que únicamente conocemos algunas letras de…—el aprendiz enmudeció súbitamente al contemplar la mirada de ira que le clavaba el gran brujo.

—Si vuelves a interrumpirme…, —dijo conteniendo el odio que sentía— rebanaré tu asquerosa garganta y brindaré con tu sangre mientras me deleito viendo como te desangras.

Sin saber de donde había salido, aquel incauto sintió la presión afilada de un cuchillo en su yugular. Tras unos segundos que le parecieron eternos, la daga desapareció tan velozmente como había surgido, dejando, como prueba de su presencia, un pequeño corte por el brotó un fino hilito carmesí.

—Ahora —continuó el brujo como si nada hubiera ocurrido— deberás pasar una prueba. Estás preparado —mentía— para uno de los más potentes: ¡El conjuro maldito!

El aprendiz experimento un miedo atroz pero no se atrevió a pronunciar ninguna queja. Había oído hablar de aquel conjuro y de sus consecuencias. Pocos eran los que sobrevivían y, los que lo habían logrado, se convirtieron en despojos humanos perdidos en el laberinto de la demencia. De hecho, el solo conocía a un brujo que lo dominara: su maestro.

—No debes tener miedo —volvió a mentirle—. Yo soy capaz de soportarlo un minuto completo; a ti solo te pediré que lo hagas durante diez segundos y luego…, —sonrió con maldad— utilizaremos el antídoto.

El gran brujo acercó sus labios al oído derecho de su atemorizado aprendiz y susurro:

—Repite después de mí y memoriza. Ya sabes que nunca te enseñaré dos veces el mismo conjuro.

(Abstente de leer lo que sigue. No puedo asegurar que mi inspiración esté libre de una influencia melévola)

Padre nuestro,
que estas en el infierno,
condenado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la Tierra como en el Infierno.

Danos hoy nuestro odio de cada día;
castiga nuestras ofensas,
como también nosotros castigamos
a los que nos ofenden;
déjanos caer siempre  en la tentación,

y concédenos el mal.

El gran maestro no estaba preparado para aquel tormento, nunca podría estarlo. En aquel transito poseía un poder casi ilimitado y tan solo debía tener la mente lo suficientemente lúcida como para que su deseo se cumpliera; pero el demonio que le otorgaba este anhelo exigía un precio muy elevado: mientras duraba el conjuro devoraba en vida su alma inmortal. Solo cinco segundos y no lo pudo soportar más. 

Buscaba el agua bendita para rociar su cuerpo y terminar con aquello cuando El Mal dejó, súbitamente, de consumirlo. Aquel demonio que conocía tan bien se retorcía, sorprendentemente aterrado, a sus pies. Y por primera vez le habló:

—¡Ese estúpido ha tartamudeado! —se lamentó como un niño asustado.

El brujo comprendió que se refería a su aprendiz. En la tregua que le permitía su ahora irreconocible demonio, pudo fijar su atención sobre la masa retorcida del cuerpo que yacía muerto a escasos pasos de él. Lo habían “secado” como a un insecto sorbido por un arácnido. No había visto nada igual en toda su vida.

—¿Qué ha sucedido? —le preguntó al demonio que, para su desgracia, parecía haberse recuperado del miedo que le atenazaba.

 —Ese torpe tartamudo debe estar ya a las puertas del infierno —gruñó al tiempo que se abalanzaba nuevamente sobre el gran brujo—. ¡Y que se pudra allí toda la eternidad como castigo por haber invocado a uno de los señores antiguos!

—¡Los señores antiguos! —pensó mientras volvía a sentir aquel insoportable tormento—. Jamás creí que pudieran existir.

Los señores antiguos eran unos, mal llamados, demonios. Tan antiguos como el mundo y tan poderosos que ni el mismísimo Señor de Las Tinieblas podía controlar. No era de extrañar que un demonio menor como el que conjuraba el brujo le horrorizara su sola presencia.

—¿Y a donde ha ido? —acertó a preguntar con su mente cada vez más nublada por la locura.

—Ha usado el poder de esa alma para proyectarse hacia el futuro y susurrar el conjuro modificado que lo invoca en la mente de un aprendiz de las letras.

El gran brujo sabía que si un “señor antiguo” conseguía entrar en este mundo, la raza humana desaparecería y, el futuro reino de su señor sería imposible. Solo podía hacer una cosa: matar al “aprendiz de las letras” antes de que pudiera transmitir la invocación. Tenía poder para viajar al futuro pero, para tener éxito, debía conocer una única cosa:


—¡Dime su nombre! ¡Dime el nombre del aprendiz! —le chilló. Y con sus últimas fuerzas se roció con el agua bendita.

El horroroso dolor desapareció al instante pero..., su mente..., su mente nunca volvería a ser la misma. Había dejado de ser un gran brujo para convertirse en un pelele idiotizado y demente. Y en su brazo ardería para siempre una quemadura; cuatro letras que el demonio le dejo como respuesta a su última petición:

IBSO

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Comentarios

  1. Claro, y vas y dejas tu enlace en el grupo para atraernos y absorbernos el alma o.O
    Me gustó el relato, sobre todo el hechizo, jeje.
    Han habido algunos errores, seguro productos de la distracción o del demonio. Por ejemplo, al final de la primera intervención del aprendiz hay un guión, ha faltado la "h" en "ha tartamudeado" y "ha usado el poder" y falta una "s" en segundos, un poco más arriba. Creo que había otro, pero no me acuerdo (era igual de insignificante).
    Buen relato!!
    Saludos!!

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    1. Muchas gracias por el comentario y las correcciones, Maga.
      Sé que al tener un título tan llamativo y después poner esos caracteres (traducción al hebreo gracias al traductor de Google) parece de chiste, pero, me pareció demasiado perturbador (para mucha gente) el verso en español.
      Si quieres leerlo en su versión original puedo enviártelo por e_mail o mediante un mensaje en el foro de adictos.
      Un abrazo y nuevamente, ¡gracias!

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  2. El efecto de las palabras. Y tanto, tremebundo.

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  3. Ha sido un relato capaz de captar mi atencion de manera sorprendente. Y el final es ingenioso: IBSO.

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  4. Me encanta cómo te has integrado tú mismo a la historia con las cuatro letras marcadas al final. Ese efecto es difícil de conseguir. Saludos!

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  5. Muy interesante, aunque me confundió un poco.

    Saludos!

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  6. No hay quién lea el conjuro jajaja.

    Siempre es un placer leerte, Ibso.

    No veo la entrada que veo desde mi blog que has publicado hace unas horas, a lo mejor todavía la estás fabricando y me adelanté jajaj.

    Un beso.

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    1. Hasta hoy no había decidido poner la traducción del conjuro. Es obvio que puede resultar molesto para muchas personas y, aunque no es esta mi intención, el texto resultaba muy cojo sin él.
      Un abrazo.
      P.D.: La entrada a la que te refieres la colgaré esta noche.

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  7. ¡Hola Ibso!
    Me gustó mucho tu relato xD
    Tuve que releerlo para entender mejor algunas partes pero fué cosa mía supongo.
    Muy ingenioso el final jaja
    ¡Saludos! :)

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  8. Ibso: Para mí que esta "oración " es una gran aberración.
    Suelo ser bastante abierta con los relatos, pero hay cosas que sencillamente me producen repelus y no puedo evitarlo. Más que nada porque pienso que el "Padre nuestro" es una de la oraciones más hermosas a las que se pueda recurrir para dirigirse a Dios.

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    1. Gracias por el comentario Dora Ku. Gracias por tu sinceridad y porque me da pie para explicar algunas cosas.
      No he pretendido ofender a nadie haciendo una (y utilizo tu calificativo) "aberración" de una oración muy conocida entre los católicos. Como puedes suponer no conozco ningún conjuro de magia (ni blanca ni negra) pero me pareció que una forma de impactar al lector con un supuesto conjuro era trasformar una oración (que puede tener la misma forma) en un conjuro con aspecto malévolo cambiando ciertas palabras. Pero repito que no es un "padre nuestro demoníaco".
      La intensión de todo el texto es llamar la atención sobre la fuerza de las palabras, de cómo nos influyen en nuestra razonamiento, creencias o, simplemente, en el quehacer diario. Pero también pretendía crear una inquietud que fomentara el razonamiento profundo sobre este tema, ya que las palabras también se utilizan para la manipulación y el control.
      ¡Discúlpame si te he ofendido!
      Saludos.
      ibso

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  9. Un planteamiento muy interesante, me gusta cómo lo llevaste.

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